Cómo enseñar mejor, aprovechando lo que hoy sabemos sobre el cerebro y la manera en que adquiere el conocimiento, está de moda. No sólo por la explosión de datos neurocientíficos de los últimos años, que empezaron a forjar diversas ramas de estudios en Educación, sino y fundamentalmente porque cada nuevo dato sobre el cerebro humano nos sirve para crear más y mejores conexiones con eso que sabíamos, intuíamos o directamente esperábamos refutar. El conocimiento, por teorías del aprendizaje como el Conectivismo, ya sabemos que no sólo se construye, sino que además es básicamente conexión. En otros lugares hemos explorado estas ideas y transpolado a la posibilidad de brindar oportunidades de aprendizaje con la mirada puesta en el entorno. En el libro de Manes Usar el Cerebro, encontré esta página que me parece excelente, por la síntesis de la idea y porque refleja un punto clave en el camino de entender-nos mejor, y actuar en consecuencia. Nuestro cerebro trabaja en red, y particularmente algunas zonas vinculadas al aprendizaje son extremadamente plásticas. Las negritas son nuestras:
(...) el cerebro trabaja en red, tiene regiones dedicadas a reconocer caras, cuerpos, lugares. Todavía no sabemos por qué contamos con regiones especializadas para algunas funciones cerebrales y no para otras. Por ejemplo, una vez que aprendemos a leer, existe un área específica que responde selectivamente a letras y palabras. Sólo leemos desde hace unos pocos miles de años, por lo que no se piensa que esta área sea producto de la evolución natural. Algunos investigadores sugieren que, basados en nuestra experiencia, los humanos modulamos estas regiones que se involucran luego en otros procesos, por ejemplo la ortografía del lenguaje escrito. Asimismo, pareciera que estas regiones son extremadamente plásticas y pueden desarrollarse en la vida adulta (es el caso de las personas que recién aprenden a leer en edades avanzadas y pueden llevar adelante esta práctica exitosamente). Un investigador estudió a través de neuroimágenes a chinos analfabetos y no encontró activación de dichas áreas. Estas personas fueron alfabetizadas -algunos tenían 40 años- y, luego del aprendizaje, las neuroimágenes mostraron que estas regiones se desarrollaron de manera similar a las de las personas que aprendieron a leer de niños". Usar el Cerebro, Manes F. Niro, M. Editorial Planeta, 2014, Pág. 80).