jueves, 29 de enero de 2015

Somos #Supercooperadores, apuntes de Nowak y Highfield


Hace unos meses tengo en mi biblioteca el libro Supercooperadores, de Nowak y Highfield, y lo estaba leyendo a demanda, hasta ahora que lo hice íntegro de la página 1 a la 399. 

Supercooperadores. Las matemáticas de la evolución y el comportamiento humano (o por qué nos necesitamos los unos a los otros para triunfar). Martin A. Nowak y Roger Highfield Ediciones B, 2012. Impreso en Argentina en junio de 2014. 

Es un libro bastante largo y denso en ejemplos y explicaciones matemáticas, con lo cual en algunos pasajes puede volverse insorportable, pero con el resto logró comprarse un lugar en el estante de los “libros que jamás olvidaré”. Así como me pasó con autores que descubrí en los últimos años como Steven Johnson, George Siemens, Daniel Domscheit-Berg, Nicholas Christakis y James Fowler, Jeremy Rifkin, Frédéric Martel, Andrew Blum, José Luis Brea, Alessandro Baricco o Francesc Llorens, por nombrar un puñado de los que más recuerdo y de manera aleatoria; así también leí a Nowak y Highfield, sabiendo con el correr de las páginas que estaba leyendo un libro memorable.

En #Supercooperadores los autores parten de investigaciones sobre teoría de juegos, el origen del lenguaje, pasando por explicaciones biológicas, hasta deducciones cuasi sociológicas (y en algunos casos directamente sociológicas). Sin abandonar nunca los ejemplos de aplicabilidad de razonamientos y fórmulas de resolución matemática para abordar temas tan importantes como el VIH, el Cáncer o explicaciones hipotéticas sobre el origen de la vida en el planeta Tierra. 

Todo el enfoque es acerca de la aplicabilidad de la Matemática en el entendimiento de la vida y fundamentalmente —ahí está lo más atrapante del libro— en lo que refiere a la vida humana, más allá de que se sirvan de numerosos ejemplos del reino vegetal y animal para sus investigaciones. Sobre el final afirman que las personas somos Supercooperadores, porque desde nuestra constitución celular más fundamental cooperamos. 

Nuestro cuerpo es un infinito ejemplo de cooperación celular y de procesos que nos hacen ser quienes somos. Que las hormigas o las abejas cooperan ya lo sabíamos, pero que nuestra constitución humana es de base cooperativa es un enfoque no tan popular, sobre todo porque los autores lo proponen como un tercer principio, complementando la mutación y la selección en la evolución. Es una visión mucho más amplia que la darwiniana y mucho más humana sin dudas.

Por cooperación entiendo algo más que el hecho de trabajar para llegar a un objetivo común. Me refiero a algo más específico, a que los competidores en potencia decidan ayudarse unos a otros. Es algo que aparentemente no tendría sentido desde un punto de vista darwiniano tradicional. Al ayudar a otro, un competidor daña su propio bienestar — su tasa reproductiva— o simplemente desafila la hoja de su arma competitiva. (Pág. 17)
La cooperación va en contra del propio interés. La cooperación es irracional (…) es una anomalía fatal en el gran esquema de la vida. La selección natural debería llevara a los animales a comportase de tal manera que se incrementaran las propias posibilidades de supervivencia y reproducción, no para mejorar la fortuna de otros. En la incesante batida en busca de comida, de territorio de machos y hembras en evolución, ¿por qué iba a un individuo a pensar siquiera en la posibilidad de salirse del camino y ayudar a otro? (Pág. 18).
El pensamiento de que se requiere un alto grado de cooperación para entender la cooperación es maravilloso y embriagador (…) Las implicaciones de esta nueva comprensión de la cooperación son profundas. Previamente no existían más que dos principios básicos de evolución —mutación y selección—, en donde el primero genera diversidad genética y el segundo escoge a los individuos más adecuados a un determinado entorno (…) tenemos que aceptar que ahora la cooperación es el tercer principio. Para la selección se necesita de mutación y, en el mismo sentido, para la cooperación se necesita de selección y mutación. De la cooperación puede emerger el aspecto constructivo de la evolución, desde los genes hasta los organismos, y de ahí hasta el lenguaje y los comportamientos sociales complejos. La cooperación es el arquitecto jefe de la evolución. (Pág 21–22). 

“Mi trabajo también ha demostrado que la cooperación siempre sube y baja. El grado de cooperación entre los individuos se incrementa y disminuye, lo mismo que el gran corazón de la naturaleza. Por este motivo, aunque seamos cooperadores extraordinarios, la sociedad humana se ha visto, y siempre se verá, rasgada por el conflicto. (…) El origen de muchos de los problemas de hoy puede encontrarse en una profunda tensión entre lo que es bueno y deseable para la sociedad y lo que es bueno y deseable para el individuo” (Pág. 22). 
Somos supercooperadores. Somos la única especie en la Tierra que es capaz de recurrir al apoyo de los cinco mecanismos de la cooperación*, y ya lo hacemos en una medida significativa. Pero ahora tenemos que hacerlo mejor todavía. Tenemos que luchar para sacar el máximo provecho de estos mecanismos si de verdad queremos alzarnos ante los retos que se nos plantean (Pág. 356).
*Los 5 mecanismos de la cooperación o maneras de resolución de los dilemas de la cooperación de los que hablan los autores y que constituyen cada uno de ellos un extenso capítulo son: La reciprocidad directa (Repetición), La reciprocidad indirecta (Reputación), Selección espacial, Selección multinivel y Selección por parentesco.