jueves, 20 de junio de 2013

La madurez pedagógica


Transcribo un breve pasaje del libro La comunicación EN la educación, de Daniel Prieto Castillo, de editorial Stella y La Crujía ediciones. Entre las páginas 89 y 91, el autor explica un concepto interesante valiéndose además de dos citas fundamentales una de Freinet y otra de Paulo Freire. Espero que les sirva tanto como a mi.




La madurez pedagógica

La comunicabilidad es parte de la madurez pedagógica.
"Entiendo por madurez pedagógica la capacidad personal de utilizar en la promoción del aprendizaje los más ricos recursos de comunicación".
La afirmación conlleva sus riesgos. Ricos recursos emplean también los publicistas, los vendedores. En estos tiempos de mercados mundiales, hay quienes arriesgan
comparaciones por demás precarias: la institución es una empresa, el educador un vendedor, el estudiante un cliente... En educación no se trata de comprar ni vender nada, se trata de la maravillosa tarea de promover y acompañar el aprendizaje de nuestros jóvenes.

Precisemos:
"Entiendo por madurez pedagógica la capacidad personal de utilizar en la promoción del aprendizaje los más ricos recursos de comunicación propios de una relación educativa".
¿A qué apuntamos con la expresión "los más ricos recursos de comunicación"? Un camino para aclarar esto (…):

  • ejercicio de la calidad de ser humano,
  • expresión,
  • interacción,
  • relación,
  • goce,
  • proyección,
  • afirmación del propio ser,
  • sentirse y sentir a los demás,
  • abrirse al mundo,
  • apropiarse de uno mismo.

La madurez, entonces, está relacionada con todos y cada uno de esos puntos, los cuales son la base de la comunicabilidad. Si no me siento a mí mismo y no siento a los demás, difícilmente pondré en juego recursos de comunicación destinados a tender puentes en todas las direcciones; si no vivo la comunicación como goce, sino como tensión y sufrimiento, bien poco podré comunicar, y así sucesivamente.

Asentado sobre su base, un educador maduro pedagógicamente puede comunicarse con cualquier interlocutor y tender puentes con él, entre él y los temas a aprender, entre él y las capacidades a desarrollar, entre él y sus compañeros, entre él y el contexto, entre él y los materiales, de él consigo mismo. Presencia preciosa, entonces, condición de relación entre todas las instancias, aunque no la única. Decimos esto porque no hay madurez posible sin un conocimiento de lo que se pretende enseñar. En ello consistió con razón toda su vida Paulo Freire.
"La madurez pedagógica consiste en mi apropiación del contenido y de los recursos para comunicarlo".
Si tuviera que añadir un elemento clave de la madurez pedagógica y de su rica comunicabilidad, indicaría el de serenidad. Uno está sereno, como educador, cuando domina el tema, cuando ama y se siente bien con el grupo, cuando no se choca con su expresión para comunicar algo, cuando se relaciona con energía y alegría con los demás. No presento nada perdido en quien sabe qué ideales. Todos tenemos la memoria de seres semejantes con los cuales compartimos nuestros mejores momentos como estudiantes.

La comunicabilidad, entonces, para lograr el aprendizaje, y mejor aún, para que los otros lo logren; pero también para lograrse a uno mismo. Vale la pena citar aquí a Freinet:


"Si me dicen que existe un método pedagógico que dé a los niños un amor al oficio y el gusto por un trabajo que es la expresión del ser; si se añade que este método proporciona al educador el mismo sentimiento de participación y de plenitud que ilumina el oficio del campesino y humaniza la tarea ingrata del pastor; si veo a los educadores que practican este método recobrar la vida y el entusiasmo, no tengo que ir más allá en mis informaciones; este método es bueno. […] Será necesario, sobre todo, recordar a los padres y a los maestros que un educador que no siente gusto por su trabajo es un esclavo de su medio de sustento y que un esclavo no podría preparar hombres libres y audaces; que no podréis preparar a vuestros alumnos para que construyan mañana el mundo de sus sueños si vosotros no creéis en estos sueños; que no podréis prepararlos para la vida si no creéis en ella; que no podríais mostrar el camino si os habéis sentado, cansados y desalentados, en la encrucijada de los caminos".