domingo, 21 de diciembre de 2025

La educación híbrida en el nivel superior no es simple articulación de modalidades: es una decisión pedagógica




La educación híbrida no es el futuro: es el presente, no es una modalidad “más flexible”, sino una forma más justa, situada y pedagógicamente sólida para sostener con una nueva mirada las trayectorias formativas en el nivel superior. No reemplaza la presencialidad: la resignifica. No delega la enseñanza en la tecnología: la potencia cuando hay diseño, intención y sentido.

Durante años, hablar de educación híbrida fue, para muchos, hablar de porcentajes, plataformas o combinaciones de presencialidad y virtualidad. Sin embargo hoy podemos entender que la educación híbrida no es una solución técnica ni un parche organizativo, sino una reconfiguración pedagógica profunda de la formación docente inicial. La hibridación ya no se comprende en este contexto como una "respuesta a la emergencia", sino de un modelo pedagógico intencional que busca aprovechar lo mejor de dos mundos: la calidez de la presencialidad física y la potencia de la virtualidad

Hibridar no significa “poner parte del contenido en una plataforma” ni “reemplazar horas de aula por videollamadas”. Significa diseñar experiencias de aprendizaje unificadas, donde el tiempo, el espacio, la tecnología y la didáctica se articulan con intención formativa.

La clave está en el sentido pedagógico. No se trata de cuánto es presencial y cuánto a distancia, sino para qué usamos cada entorno y qué tipo de aprendizaje habilitamos en cada uno.


De la presencialidad obligatoria a la experiencia formativa integrada

La educación híbrida se inscribe en una historia más amplia: la educación a distancia, la virtualización progresiva, el uso de TIC desde los años noventa y, finalmente, la experiencia forzada —pero reveladora— de la pandemia. Ese recorrido dejó una enseñanza central: el aprendizaje no está atado a un único tiempo ni a un único espacio.

En esta línea, pensar la hibridación se trata de una articulación intencional entre:
  • presencialidad y virtualidad,
  • sincronía y asincronía,
  • espacios físicos y digitales,
  • trabajo colectivo y autonomía progresiva 
Desde esta mirada, la formación docente no “se divide” en instancias, sino que se expande. La clase no empieza ni termina en el aula: continúa en el campus virtual, en la reflexión asincrónica, en el intercambio entre pares y en la construcción personal de sentido.


Presencia y distancia: una redefinición necesaria

Uno de los aportes conceptuales más potentes del documento es la redefinición de dos nociones clave:

Presencialidad no es solo compartir un espacio físico: es compartir tiempo. Como todos ya experimentamos hace varios años en Educación también, esto puede darse claramente en un encuentro virtual sincrónico.

Distancia no es ausencia del docente: es asincronía, que puede —y debe— ser pedagógicamente acompañada mediante consignas claras, retroalimentación y presencia distribuida 

Esta redefinición vuelve nuestra mirada sobre una dicotomía histórica en Educación (y Educación Superior en particular): lo virtual no es menos educativo que lo presencial, ni lo presencial es por defecto más significativo. Cada formato tiene potencialidades distintas y exige decisiones didácticas específicas.


Personalizar no es individualizar

La educación híbrida se apoya en un principio central: la personalización del aprendizaje. Pero el documento es enfático en marcar una diferencia clave: personalizar no es individualizar.

Individualizar implica aislar trayectorias. Personalizar, en cambio, supone reconocer a cada estudiante como sujeto situado, con tiempos, historias, condiciones y necesidades diversas, dentro de una comunidad de aprendizaje compartida 

En la formación docente inicial, esto se traduce en:

  • mayor flexibilidad sin pérdida de acompañamiento,
  • recorridos diversos con criterios comunes,
  • autonomía construida con andamiaje pedagógico,
  • tecnologías que median vínculos, no que los reemplazan.

Aprender en una ecología distribuida

Hoy aprendemos en múltiples espacios: aulas, plataformas, redes, dispositivos móviles, entornos formales e informales. Muchos autores llaman a eso aprendizaje ubicuo, caracterizado por la expansión espacial, la portabilidad, la interconexión y la flexibilidad temporal. La formación docente actualmente comienza a ser parte de esta ecología. Formar docentes sin integrar críticamente lo digital implica desfasar la formación respecto de la práctica real. En esta línea, podemos comprender que hibridar no es agregar tecnología, sino rediseñar la experiencia educativa para que sea culturalmente relevante, pedagógicamente potente y emocionalmente significativa 


Diseñar lo híbrido: decisiones pedagógicas antes que tecnológicas

Las decisiones tecnológicas deben responder a decisiones pedagógicas, no al revés. Por eso hoy necesitamos pensar en clave de diseño tecnopedagógico, podríamos decir.

Diseñar una propuesta híbrida implica una serie de decisiones sobre qué actividades requieren presencia corporal, emocional o experiencial; cuáles se benefician de la reflexión asincrónica; cómo se articulan unas con otras y fundamentalmente cómo se sostiene el vínculo pedagógico en entornos distribuidos.

Las instancias sincrónicas —presenciales o virtuales— no tienen por qué replicar la clase expositiva (magistral) tradicional, sino privilegiar el intercambio, el debate, el análisis de casos y la construcción colectiva.

Las instancias asincrónicas, por su parte, son espacios privilegiados para la lectura, la producción, la reflexión y la autonomía, siempre acompañadas por retroalimentación significativa 


Metodologías que dialogan naturalmente con la hibridación

El modelo híbrido se potencia cuando se articula con estrategias que muchos llamamos Metodologías Activas como:

  • la clase invertida, que redistribuye tiempos y profundiza los encuentros;
  • el aprendizaje basado en problemas, que sitúa el saber en contextos reales;
  • el trabajo colaborativo, que construye comunidad profesional desde la formación;
  • la evaluación formativa, entendida como proceso, no como evento final.

En ese sentido, es importante tener en claro institucionalmente que evaluar en contextos híbridos no es digitalizar exámenes, sino diversificar evidencias, acompañar procesos, habilitar la autoevaluación y sostener trayectorias 


Hibridar es también un conjunto de decisiones institucionales

Lórigamente, la educación híbrida no se sostiene solo con la voluntad de uno o dos docentes. Tampoco lo hace con un acuerdo de todo el claustro en una reunión plenaria. Un proceso de hibridación requiere condiciones organizacionales claras: acuerdos, criterios comunes, políticas de uso tecnológico, tiempos reconocidos para lo asincrónico, acompañamiento técnico (tecnopedagógico) y desarrollo profesional docente.

Hibridar implica construir una cultura institucional que habilite la experimentación, la reflexión y la mejora continua, entendiendo que formar docentes hoy es formar para un mundo atravesado por lo digital, lo incierto y lo cambiante.




Bibliografía:
  1. Anexo de la Resolución CFE N°476/2024. Lineamientos Curriculares para la Formación Docente Inicial. Ministerio de Capital Humano, Secretaría de Educación 2024.
  2. Formación Docente Inicial y Educación Híbrida 2025. Instituto Nacional de Formación Docente. Ministerio de Capital Humano, Secretaría de Educación 2025.