sábado, 24 de septiembre de 2011

¿Qué silencian los rótulos? Acerca del manifiesto STOP DSM

Autora: Psp. María Inés Vega

¿Qué silencian los rótulos? Pregunta que nos interpela como profesionales en ámbitos educativos y de salud; pregunta que cobra sentido si profundizamos en dimensiones como la Ética y las Políticas implícitas en las prácticas. Es por ello que resulta pertinente asumir un claro posicionamiento frente al manifiesto Por un abordaje subjetivante del sufrimiento psíquico en niños y adolescentes – No al DSM” ; surgido en el marco de la Campaña Internacional STOP DSM, expresando nuestra adhesión a esta tarea colectiva en defensa del derecho a la salud, frente a los procesos de patologización y medicalización de la sociedad, en especial de los niños y adolescentes.

La propuesta es sostener una pregunta: ¿qué silencian los rótulos?, qué en su sentido provocador, de apertura, convoca a plantear una interrogación, que aunque incómoda para algunos, se propone fundamentalmente descubrir aquello que se silencia desde diversos lugares y mecanismos, ir tras los velos que ocultan denuncias, síntomas, fenómenos, dinámicas novedosas que hablan de nuestra sociedad, de las culturas (y sus des-encuentros), del sufrimiento de los niños y adolescentes y de un escenario de orfandad.

Pensar en un modo de intervención que se sostenga en la interrogación permite correr la mirada para encontrar nuevos sentidos, para pensar la dificultad no sólo como sinónimo de patología, ni como un predictor irrevocable del fracaso y la exclusión, sino para poder pensarla en relación a nuestras propias práctica. Poner en tensión nuestros modos de intervenir, a veces subordinados a ciertos encadenamientos y dinámicas institucionales en las cuales la singularidad es borrada, para generar espacios donde otros relatos, incluido el del propio sujeto, puedan “decir” acerca del malestar, este es otro modo de pensar la dificultad.

El borramiento de historias, de sujetos implica la imposibilidad de un futuro. Marcar destinos inexorables a partir de diagnósticos invalidantes constituye un ejercicio de violencia. Y en esto también reside la dificultad, puesta del lado de los adultos y de los modos de intervenir frente a la dificultad entendida como aquello que porta el niño o el adolescente y que hay que acallar.

Lo que se cuestiona con esta interrogación es la fijeza de los diagnósticos, sustentados en una concepción reduccionista de las problemáticas psicopatológicas que niegan la complejidad de los procesos de subjetivación. Fijeza que funciona como una desmentida del sujeto en crecimiento. Diagnósticos que se constituyen en categorías clasificatorias que ubican niños y adolescentes como portadores de un síndrome, dejan por fuera del análisis su historia, los vínculos, el contexto y ademán niegan los efectos de este rótulo en el establecimiento de lo vínculos, no sólo con los demás y con el mundo, sino que también en la construcción de su propio valor.

De este modo, los sujetos portadores de estos rótulos no logran ser destinatarios de anhelos y proyectos de sus padres por ser considerados desde el déficit, sin poder construir e incluirse en propuestas deseantes que lo liberen de un destino de fracaso y dificultad. Estos niños y adolescentes reciben de los adultos, quienes deberían cuidarlos y sostener para ellos ofertas valiosas para que construyan referentes éticos y proyectos vitales, violencia redoblada: al negar sus tiempos, con exigencias desmedidas que los posicionan como adultos, reemplazando la palabra por la pastilla o tratamientos que solo buscan paliar un déficit tras un ideal de normalidad.

Estas interrogaciones deben nutrir nuestra propia reflexión acerca de cuáles son los modos en que se producen hoy la práctica clínica, qué dispositivos se construyen y cómo se interviene frente a las mutaciones y cambios socioculturales que constituyen el entramado en que se manifiestan las dificultades de niños y adolescentes. El desafío es pensar como el exceso de información, la transformación de la enfermedad en espectáculo, los paradigmas obsoletos, los que algunos autores denominan procesos de descomposición de estructuras simbólicas con pasaje al acto, etc. nos pueden conducir a repensar las concepciones psicopatológicas desde la reflexión de las condiciones socioculturales en la que se gestan las patologías y lo que se considera patológico en cada época, considerando la complejidad que suponen los procesos de subjetivación y no simplemente a reproducir prácticas bajo el sometimiento del discurso hegemónico.

Como profesionales de la salud y la educación tenemos la obligación ética de considerar que desde nuestra prácticas particulares, si bien no podemos modificar a gran escala las consecuencias de la historia social y procesos políticos y económicos que nos atraviesan, si podemos incidir en sus efectos, generar espacios donde los sujetos puedan decir algo acerca de su malestar, repensar el posicionamiento de los adultos y la oferta que se sostiene para que los niños y adolescentes. Para así poder construir deseos, como búsquedas sin quedar anudados en un decir sobre su sufrimiento que lo excluye como sujeto y pretende a través de una sigla (ADD, TOC, TGD) nombrarlo y sentenciar un destino.

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Acerca de la Campaña

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